LIbros usados: toda una tradición paceña

Foto Página Siete

Cuando era estudiante de colegio, y aún en la universidad, me fascinaba darme un paseo por la excalle Huarina (hoy inexistente por darle paso a la modernidad de cemento) y buscar joyas literarias - nacionales y otras- en los quioscos de los vendedores de libros usados. Me encantaba ver dicos LP, esos viejos de vinilo) con cantantes de la década de los 50 y 60 que aún sonaban  jóvenes bajo la aguja de un tocadiscos polvoriento. Es bueno saber que esa tradición de los libros usados aún se mantiene, a pesar del monstruo de cemento en el que se encuentran (Mercado Lanza), dice la nota de Página Siete:

Luis Echeverría cumplió ayer 63 años como vendedor de libros de la ex calle Huarina. “En los últimos dos, la venta de libros ha sido escasa”, dijo. Al igual que él, otros 57 comercializadores de libros están afectados por las bajas ventas. Desde los 70 estos vendedores han sido el alma de la hoy desaparecida calle Huarina, donde nació la tradición de la compra y venta de libros usados en la ciudad de La Paz. Hace dos años y medio estos comerciantes, organizados en la Asociación de Libreros Mariscal Santa Cruz, fueron reubicados en la planta baja del nuevo mercado Lanza. Nimia Maydana, quien heredó el oficio de vender libros de su padre, cuenta que desde la reubicación sus ventas bajaron a más de la mitad. “Antes, por día sacábamos unos 400 bolivianos y hoy sólo llegamos máximo hasta 150. A pesar de eso tratamos de mantener la tradición de comprar y vender libros, aunque cada día la demanda sea escasa”. El filósofo e investigador Jesús Taborga explicó que visitar a los libreros del ex pasaje Huarina siempre fue una tradición de los paceños. “Hace varias décadas éste era un punto de encuentro de amigos. Entre compañeros de colegio y universidad veníamos a dar una vuelta para comprar libros e incluso intercambiar”. Esta costumbre comienza a perderse. Al igual que Maydana y Echeverría, la mayoría de los libreros se queja y argumenta que su actual ubicación es uno de los motivos de las escasas visitas de compradores, ya que la gente no se anima a ir hasta el lugar. “Cuando estábamos en la calle Huarina teníamos buena demanda porque el público compraba al paso, estábamos más cerca de los clientes y ellos podían ver nuestros libros y se animaban a adquirirlos”, explicó Fluctuoso Aguilar, presidente la Asociación de Libreros Mariscal Santa Cruz. Otro de los problemas que provoca la poca venta de libros también se debe a la competencia desleal, pues los vendedores han visto comerciantes de libros piratas cerca del mercado Lanza. “El municipio se comprometió a controlar la venta de libros en las calles cercanas a nuestros puestos, pero este control no ha sido efectivo”, indicó Aguilar. Rodeado de miles de libros, Max Torres, quien está en el rubro hace 51 años, reveló que mantiene su negocio gracias a clientes exclusivos, como investigadores, historiadores, literatos, entre otros intelectuales. “Por mi puesto han pasado personalidades. He tenido clientes como el papá del ex presidente Carlos Mesa, el arqueólogo Carlos Ponce Sanjinés y el historiador Edgar Oblitas Fernández, y otros”, recordó. A pesar de la poca venta, Torres todavía rescata libros usados. “Es una tradición que no se pierde, los más viejos aún vamos a las casas a comprar textos, discos y revistas. Tengo clientes que venían desde niños y ahora son doctores. Ellos me cuentan que con las obras que me compraron armaron sus bibliotecas”, dijo. Al igual que Torres, Echeverría aseguró que no se anima a comercializar libros nuevos o piratas en su puesto porque todavía considera que hay gente que valora un libro original, pese a que éste haya sido ya usado.

Comentarios

manipulador de alimentos ha dicho que…
Menos mal!!! Siempre habrá gente que valore el libro original... La pregunta es: ¿cuánta gente?
Saludos!

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