Bambi se hace viejo

Hoy se celebran 75 años del Bambi de Disney; quién no recuerda la imagen del pequeño cervatillo acurrucado en su madre, imagen que hizo derramar lágrimas hasta el más duro de los humanos; dice la nota:
¿La historia de un venadito adorable y sus amigos, o más bien la del fin de la inocencia? De cualquier forma y casi 75 años después, el impresionante efecto del clásico de Disney Bambi sigue vigente. Los estudios Walt Disney han conquistado a generaciones de niños con su pionera película, estrenada en agosto de 1942, sobre un ciervo de ojos saltones y su cariñosa madre. Pero la impactante imagen del joven Bambi acurrucado al lado del cuerpo de su madre abatida por cazadores se ha convertido en un ícono de la historia del cine, e incluso se considera un instrumento para romper el tabú de la muerte y ayudar a los más jóvenes a lidiar con el duelo. Fue también lo que inspiró al ex-Beatle Paul McCartney a interesarse por los derechos de los animales y ha servido como patrón para escenas de muerte de Disney, desde Mufasa en El Rey León. En los estudios de Disney en Burbank, California, contó a un grupo de periodistas que vio Bambi por primera vez ya de adulto y cree que es "simplemente una clase magistral” con un "impresionante uso de color”. Bambi no fue el único filme de esa época en Disney que exploraba traumas de infancia. También lo hicieron Dumbo, Blancanieves y los siete enanos y Pinocho entre muchos otros. Pero la historia del venadito también lidera listas de los momentos más tristes del cine e incluso la revista Time la ubicó entre las 25 mejores películas de terror de todos los tiempos junto a Frankenstein y El exorcista. Rompiendo esquemas para la época, Walt Disney usó voces de niños reales en la que se convertiría para siempre en su cinta favorita entre las innovadoras animaciones de su compañía. La voz de Bambi es de Donnie Dunagan. Nacido en Texas en la época de la gran depresión y criado en Memphis, fue llevado a California para hacer la voz del joven Bambi después de haber trabajado en El hijo de Frankenstein en 1939 con Boris Karloff. Fue el quinto y último crédito en el cine de este joven actor, que a los 13 años ya trabajaba como mecánico tornero antes de alistarse en la Marina y convertirse en un héroe.

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