Borges infinito


Alguna vez oí decir, tal vez lo leí, que los argentinos se dividen en peronistas y antiperonistas, pero todos coinciden que el mas grande de sus letras es Jorge Luis Borges, quien con su obra se volvió infinito como dice la nota:
Quienes lo han leído lo saben: la obra de Jorge Luis Borges (1899-1986) es infinita. No en el sentido numérico del término, sino en el de la hermosa acepción que recoge el Diccionario: «Que no tiene ni puede tener fin ni término». Bajo esa premisa se articula la muestra que mañana abre sus puertas en la Casa de América y que recorre la vida y la producción literaria del genio argentino, coincidiendo con el 30 aniversario de su muerte.  «El infinito Borges» propone un recorrido biográfico repleto de publicaciones (están todas las primeras ediciones de sus libros, en orden cronológico), obras en colaboración (especialmente con Bioy Casares, en una hermosa comunión de dos escritores), retratos y multitud de objetos personales que completan una colección de más de 300 piezas, la mitad de ellas nunca expuestas antes.  Tras una primera pincelada familiar, con ilustraciones de su hermana Norah, descubrimos al Borges tantas veces retratado y nos detenemos en esa fotografía que Pepe Fernández le hizo en el Hotel d’Alsace de París, donde murió Oscar Wilde. Era Borges un tipo tímido, de esos que miran a la cámara con recelo. Pese a todo, al llegar Perón al poder y sufrir la humillación de ser convertido en Inspector de Aves y Conejos, empezó a dar conferencias, siendo esa faceta suya (testimoniada en esta muestra) una de las fundamentales de su obra a juicio, por ejemplo, del gran Ricardo Piglia. Solía defender el autor de «El Aleph» (una de las joyas de esta exposición es la edición que perteneció a Julio Cortázar) que él no leía ningún libro que no tuviera, al menos, 50 años. Por eso, quizás, tradujo con esmero obras de Virginia Woolf, Faulkner o Walt Whitman, todas presentes en «El infinito Borges». Y como colofón un recuerdo de los dos años que Borges pasó en España, con el volumen de «Wine, Water and Songs», de Chesterton, que compró en Granada en 1919 y firmó a lápiz en el reverso. Sin olvidar su relación con el cine, que descubrió en su juventud (escribió varios guiones), o su amor por el tango, llegando a musicalizar varios de sus poemas.

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