Entrevista a Rodrigo Hasbún



En el blog La mula, del escritor y periodista peruano Carlos Sotomayor se entrevista al escritor boliviano Rodrigo Hasbún, quien se encuentra en Lima (Perú) con motivo de la Feria del Libro y de la publicación de su novela "El lugar del cuerpo" por parte de Santuario editores. Dice la nota:
Siempre me da curiosidad el origen de las novelas. Algunos dicen que surgen a partir de una idea que se desarrolló o una imagen que es el disparador de la historia. ¿Cómo surge El lugar del cuerpo? El lugar del cuerpo surgió a partir de la primera frase [“Se metió en su cama y le hizo cosas que ella no quería”]. Apenas la escribí, supe que en ella había una novela o, al menos, la posibilidad de una novela —una novela de la que, por lo demás, no sabía nada de nada—. ¿Quién se metió en su cama? ¿Y cómo la afectó a ella? ¿Quién es ella? Empecé a hacerme preguntas como esas y supongo que escribir el libro fue mi manera de responderlas. En cualquier caso, fue hace diez años y, a estas alturas, ya casi no me reconozco en ese tiempo. Como le sucede a Elena, la protagonista, para mí hablar de quien escribió El lugar del cuerpo es hablar de una persona ajena, alguien que ya no soy yo. Uno de los temas principales de la novela, me parece, es el de la memoria… Sí. Elena busca en su pasado las claves de esa vida que se le está acabando en el presente. Es una anciana que se pierde en la selva de la memoria, una mujer que intenta saber quiénes fueron las mujeres que sucesivamente fueron habitando el lugar de su cuerpo. Son esas dos cosas a las que se aferra sobre todo: un cuerpo estropeado, moribundo, enfermo, y la memoria de quienes hicieron uso de él, desde dentro y desde fuera. La protagonista de la novela es una escritora que en las postrimerías de su vida emprende la escritura de su vida. ¿Escribir es una manera confrontarse con uno mismo, una manera de entenderse? Al menos para ella sí. Por medio de la escritura, de las palabras y de su frialdad, busca la distancia necesaria para juzgarse a sí misma con la misma falta de piedad con la que juzga a otros. El ejercicio de la escritura la ayuda a alejarse aún más de sí misma y de las que ha sido —alejarse, sin embargo, para luego intentar volver—. Por eso, también, recurre a menudo a la tercera persona. La protagonista tiene una relación conflictiva con su país. Muchos la critican por no hacer una literatura “comprometida”. ¿Te pasó algo similar? En algún momento sí, al principio, pero en estos últimos años ha sucedido una transformación intensa en el ámbito literario boliviano, y algunas exigencias se han atenuado. Todavía queda por ahí algún crítico que cuestiona a los escritores por qué no escriben sobre tal tema, por qué no se comprometen de forma más evidente en términos políticos, por qué esto o lo otro, pero en general se ha empezado a tolerar mejor el hecho literario, sus alcances y límites. Otro aspecto que disfruté es la manera cómo está estructurada la novela. ¿Cómo fue este proceso, tenías una idea previa o la fuiste descubriendo en el camino? La fui descubriendo en el camino, mientras escribía la primera versión, pero las decisiones más importantes las tomé más tarde, mientras corregía. Es en esa segunda etapa donde me siento más cómodo como escritor y donde empiezo a probar cuáles son realmente las posibilidades del texto. En ese sentido, me siento muy cerca de los cineastas que ruedan decenas o cientos de horas, despreocupadamente, confiando que luego encontrarán la manera de hacer algo con ese material, y sabiendo que la mayor parte de él será desechado. Dónde cortar y qué dejar fuera me parecen preguntas cruciales para cualquier narrador y, en mi caso, me aferro a ellas, no como una mera cuestión técnica si no casi como una ética de escritura. Sé que a otros puede resultarles tortuoso, pero a mí me encanta pasármela buscando la forma secreta de un texto, esa que se oculta debajo de la primera y la segunda y la tercera y la cuarta versión. Por lo demás, para ir descubriendo esa forma secreta es imprescindible esperar. Hay muchos excesos, muchas faltas, muchas miserias, que solo se hacen visibles con el tiempo.

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