Cincuenta años de "Rayuela"

 
Junio es el mes en el que la obra cumbre del maestro Julio Cortázar cumple 50 años de su publicación, el periódico español El País realizó un especial sobre la novela, la obra y sobre el propio Cortázar, extraemos unos pasajes del artículo escrito por Juan Cruz:
Rayuela empezó a crecer en seguida. Pero para llegar a ser la novela más exigente de Julio Cortázar, este tuvo que cumplir algunos requisitos muy exigentes consigo mismo. En primer lugar, como él le contaría poco tiempo después a Luis Harss (Los nuestros, recientemente reeditado por Alfaguara), tuvo que desprenderse para escribir esa novela de modos y de precipitaciones que eran habituales en sus libros anteriores, y sobre todo en Los premios, un divertimento que precedió, hasta en ciertas estructuras, a la Rayuela que lo hizo escritor de culto en todo el mundo, para jóvenes y no tanto. Hasta entonces, concedía Cortázar en su conversación con Harss, se fijó poco en las personas y más en su propia imaginación, en las figuras que poblaban su mente y por tanto sus libros. Rayuela iba a ser rabiosamente humana; en otras palabras, era una novela del ser más que una novela del estar. En sus conversaciones epistolares incesantes con Francisco Porrúa (que figuran en un apéndice de la edición de Rayuela con la que Alfaguara conmemora ahora el cincuentenario de la primera edición) Cortázar hizo evidente esa preocupación existencialista de su obra y quizá de su pensamiento de la época, en el tiempo en que aún mandaban en la estructura intelectual contemporánea las consecuencias de la guerra en Europa. No solo eso, también las heridas elementales que causaba en los emigrantes argentinos la lejanía de su patria. Era una novela extraña entonces, pues en ella cabía todo el mundo, como en las obras de Shakespeare, y había ritmos y canciones y conversaciones sincopadas como el jazz. En esas conversaciones, así como en las notas editoriales, que eran asimismo abundantes, Cortázar dejó muy claro que él no quería engañar al lector, sino escribir una contranovela, un libro que no se pareciera a las novelas y que tampoco se pareciera a nada de lo que había escrito hasta entonces, aunque sería inevitable que los rayuelitas (como dice Harss) se sintieran también rayuelitas leyendo la extraordinaria colección de cronopios en los que Cortázar se hace eco de cosas que oye en la calle o en su casa.
 
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