Jayme Bayly coleccionando enemigos

En entrevista con Revista Ñ, el escritor peruano jaime Bayly comenta sobre su última obra, dice la nota:
Se lo conoce por no tener pelos en la lengua, por decir siempre lo que piensa, y por hacer uso de un irónico y punzante lenguaje que ha hecho sentirse incómodo a más de uno. No contento con esto, decidió ir más allá en su afán de provocar, y “a modo de desahogo, dice, que no de advertencia”, ha decidido sacar a su alter ego a la calle a “matar”, a sus más odiados enemigos. Es peruano, se llama Jaime Bayly, es periodista, conductor de TV y escritor y su última novela, Morirás mañana es una trilogía que narra la historia de Javier Garcés, un escritor fracasado al que le dicen que le quedan seis meses de vida y entonces decide que su verdadera vocación está muy lejos de las letras y muy cerca del crimen. “ Me importa un carajo ser un hombre de éxito, nada de lo que he conseguido tiene valor ni perdurará, lo único que me interesa es vengarme de mis enemigos ”, declara Garcés al principio de la novela, y emprende así un camino que lo llevará por Perú, Chile y Argentina con el objetivo de exterminar con sus propias manos a todos aquellos que un día se interpusieron en su carrera literaria: un crítico literario, un escritor que le hizo perder un premio, el director de un diario que suprimió su columna, un editor que publica sus obras sin su permiso y una mujer, Alma Rossi, que le partió el corazón. Al igual que a su creador, a Garcés le resulta fácil hacer enemigos. –¿De dónde sale esta novela? –En 2009 estaba en Bogotá haciendo un programa de televisión y el médico me dijo que si no me hacía un trasplante de hígado tenía los días contados. Además, el jefe de la policía secreta colombiana me vino a ver al hotel en el que vivía para decirme que un grupo de venezolanos tenían la misión de infiltrarse en Colombia para asesinarme. Esas dos cosas me hicieron pensar en la muerte y en lo mucho que me jodería que mis enemigos se desayunaran con la noticia, ellos debían morir antes. Así empezó la novela. Garcés decide usar el tiempo que le queda no para reconciliarse con sus enemigos sino para matarlos. –Es lo que le gustaría hacer a usted... –Exactamente, no me atrevo porque soy un pusilánime, pero sería fácil hacer una lista. Todos los personajes son reales, son personas que conocí. Escribir la novela e imaginar esos crímenes que yo no ejecutaría, pero no por falta de ganas, sino de coraje, por miedo a las consecuencias, me provocaba un regocijo morboso. De hecho empecé con cinco víctimas peruanas y me quedé corto, tuve que seguir en Chile y Argentina. –¿Alguno de ellos se reconoció? –Por ahora no que me hayan dicho, he tratado de diluir las huellas, en cuanto al crítico literario peruano... dos o tres se habrán sentido aludidos, pero saben que no voy a ir a matar a nadie. –¿El personaje del jurado asesinado es Juan Marsé, que criticó una de sus novelas en el Premio Planeta? –No, no es él. Como a mí me pasó lo del Planeta, me pareció divertido pasarlo a la ficción de algún modo. ¡Pero para nada estaba yo pensando en Marsé, que es un gran escritor! –¿Cuánto hay de usted en Garcés? –Mucho, soy muy rencoroso y soy un coleccionista de enemigos, pero no soy vengativo. Me gustó imaginar a un escritor redimiendo así su mediocridad. Claro, no suscribo todo, Garcés rumia su propio odio contra el mundo. –Hay una crítica al mundillo literario, ¿tan lleno de indeseables está? –Sí, hay mucha envidia, mezquindad, intrigas, no hay nada más difícil que encontrar a un escritor que hable bien de otro. Los escritores odiamos a los críticos, a los editores... Es un mundo sórdido y lo quise describir así. –Dices que usted es mala persona cuando escribe. –Sí, porque escribo desde la memoria y mi memoria es arbitraria, solo registra lo malo y además exagera, es una caja negra de infelicidad y de ella sale mi literatura, no sabría escribir sobre personas felices, familias funcionales, amores que terminan bien, porque lo que me interesa es escribir sobre las miserias de la condición humana. –¿Qué mensaje pretendía dar? –Que hay cosas que no se olvidan ni perdonan y rencores que es preciso cultivar. Que la vida consiste en perder amigos y coleccionar enemigos. Es bueno aferrarse a los rencores honorables con un fin terapéutico y se nos dice que perdonar un agravio purifica: no lo creo, en mi experiencia cuando te han hecho una putada muy fea, perdonar es inhumano, a mí lo que me permite resistir es mantener la distancia y saber que hay dos trincheras y que silban las balas. La especie humana produce criaturas abominables y es legítimo querer aniquilarlas. Yo, al menos literariamente, quería hacerlo.

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