Entrevista a Alan Pauls

El escritor argentino Alan Pauls es entrevistado por Nacho Damiano en el Blog TomasHotel, dice la nota:
-¿Cuándo supiste que ibas a ser escritor? -Nunca tuve la idea de ser escritor. Siempre me interesó escribir, siempre me interesó mucho más la práctica, el trance de escribir, que la idea de “ser escritor”. Pero me parece que empecé a darme cuenta de que escribir iba a ser para mí algo decisivo hacia los veinte años. Aunque nunca con demasiada claridad ni con demasiada convicción. -Aún hoy, con la dosis de consagración que implica tu nombre, ¿seguís escribiendo por el disfrute de ese trance? ¿El producto terminado sigue sin tener cierta entidad desde el inicio mismo del proceso? -Escribir sigue siendo el mismo lodazal que era cuando empecé: un lugar de problemas, de preguntas, de incertidumbres, incluso hasta más que de placer. Si no fuera así, me parece que escribiría cosas más formateadas. Me dedicaría a escribir en algún tipo de industria. Sería guionista, por ejemplo. Me parece que entraría dentro de un esquema institucional que me limitaría más. Para mí, escribir sigue siendo el mismo trance que era a los doce, trece años, cuando empecé, y que a los diecinueve cuando escribí mi primera novela. Todo era desconocido. Después de treinta y pico de años de estar escribiendo, no acumulé ningún capital, ni siquiera en términos económicos. No tengo la sensación de “bueno, ya puedo descansar sobre algo que sé, sobre un cierto know how, sobre determinados trucos para seguir adelante”. Las herramientas se inventan en cada libro: en cada caso nacen ideas específicas con sus procedimientos específicos. -¿Te parece que sentirte un profesional de la literatura estandarizaría tu obra? -Me generaría más ansiedades, y eso ya es indeseable. Tendría demasiado presente la idea de que tengo que cumplir con algo, que satisfacer a alguien, que cumplir con deadlines para que me paguen para poder vivir, reproducir esa especie de “sistema” del escritor. Prefiero que la literatura siga siendo un lujo, un excedente. Me gusta esa idea, sobre todo porque es un lujo absolutamente necesario. No vivo de lo que escribo, pero me resultaría difícil vivir sin escribir. -Mencionás a tu literatura como un excedente, y leyendo otras entrevistas que te hicieron noté que hablabas de la literatura en general como una excrecencia. ¿Considerás a la literatura como algo que sedimenta después de otra cosa? -Es algo que no está integrado al resto de las cosas. Algo que se despliega en otro lugar. -¿La literatura no ocupa un lugar central en tu vida? -Sí, un lugar totalmente central, pero no en el sentido “profesional”. No ocupa el espacio central en mi economía, por ejemplo; no es necesaria para mi supervivencia. El dinero que me llega de los libros siempre me pareció medio mágico, como la figura misma de los “derechos de autor”. Es una cosa muy rara, una manera muy extraña de producir dinero: vos escribís algo y cada tanto, cada seis meses o una vez por año (si tenés suerte), “te llega” una plata. Y ese “te llega” me parece genial, es una sorpresa, como si un muerto te estuviera mandando una herencia desde el más allá. Me gusta la imagen del “te llega”, totalmente impersonal. Es evidente que hay una relación entre lo que vos hiciste en algún momento y esa plata que aparece, pero es una relación tan diferida y tan mediada que a veces hasta incluso llegás a olvidarte por qué está llegando. Cuando ya tenés diez o más libros publicados y te llega una liquidación, muchas veces ni siquiera sabés de dónde salió la plata, te tenés que poner a leer con detenimiento la liquidación para entender qué parte del dinero corresponde a cada libro. Son como muertos o fantasmas que van dando agradables señales de vida a lo largo del tiempo, pero con las que yo aprendí a no contar. Las veces que sí he contado con ese tipo de sorpresa económica la pasé mal, las veces que esperaba que me entrara un dinero por un libro me decepcioné porque no hay ninguna relación entre el libro y el dinero que pueda entrar. Quiero decir, es una relación completamente arbitraria, ¿por qué me pagan determinada plata por un libro y el doble –o la mitad– por otro? Yo no vendo Harry Potter, en ese sentido los libros que escribo no tienen precio.
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