Entrevista a Giovanna Rivero

El blog literario Ecdótica publica  la entrevista que se le realizó a la escritora boliviana Giovanna Rivero en Lima (Perú), dice la nota:
Una pistola apuntando firme y directamente al entrecejo del inocente lector. Esa es la inquietante portada de la novela híbrida Tukzon. Historias colaterales (2008), de la escritora boliviana Giovanna Rivero (1972, Montero, Santa Cruz de la Sierra), en su segunda edición. Al verla, con su K roja al revés -arriba del arma-, lo primero que pensamos es que se tratará de una típica novela policial. Pero no. El entrecejo del inocente lector recibe un letal disparo con mucho más que una historia de criminales y policías, o de agentes secretos y misiones insospechadas. Rivero se desplaza, fluidamente, en sus catorce capítulos -que bien podrían funcionar como cuentos independientes- utilizando una vasta gama de registros literarios. Nunca sabemos qué cosas nuevas le ocurrirán a la valiente protagonista en las páginas siguientes, mientras va tras el peligroso reportaje encomendado. Además de esta fulminante novela, la autora, comunicadora social y catedrática ha publicado -entre libros de relatos, literatura infantil y novelas- Nombrando el eco (1993), Las bestias (1996), Las camaleonas (2001), La dueña de nuestros sueños (2002), Sentir lo oscuro (2002), Contraluna (2005), Sangre dulce (2006), Niñas y detectives (2009) y Crónicas de oreja de vaca (2011, en coautoría con la chilena Andrea Jeftanovic y el argentino Juan Terranova). Sus cuentos han sido incluidos en diversas antologías, tales como Antología del cuento femenino boliviano, Existencias Insurrectas, The Fat Man from La Paz. Contemporary Fiction from Bolivia, Antología del cuento erótico boliviano, Una revelación desde la escritura, Voces de las dos orillas, El futuro no es nuestro y Pequeñas resistencias 3: antología del nuevo cuento sudamericano. Del mismo modo, sus relatos han sido traducidos al inglés, alemán, francés, húngaro y farsí. Ella -Premio Nacional de Cuento del periódico Presencia en 1993, Premio de Literatura de Santa Cruz de la Sierra en 1996 y Premio Nacional de Cuento Franz Tamayo en 2005- vino como invitada a la FIL LIMA 2011 para presentar Tukson. Historias colaterales -obra que, incluso, ha provocado la creación, por parte del ilustrador boliviano Billy Castillo, de una estupenda historieta homónima, de casi sesenta páginas, este 2011-. La narradora boliviana es una de las voces narrativas de Latinoamérica que vale la pena seguir atentamente. Que siga disparando a quemarropa con sus libros -que son balas impías- al centro mismo de nuestras emociones, para revitalizarlas. - Muchas gracias por la oportunidad. Gracias a vos. - Usted empezó escribiendo literatura erótica. ¿Cómo así gira hacia otros temas? Que tienen que ver, incluso, con inmigración. En realidad, no hubo un giro tan radical, si lo pienso bien. Lo que pasa es que, a veces, las etiquetas cierran las posibilidades de lectura. Entonces, al lector le decimos: “Esto es literatura erótica”. Si el lector no es tan arriesgado, puede que acepte, en principio, esa etiqueta. Y se priva de abordar o entrar al texto por otras puertas. Sin embargo, si el lector es uno de esos muy desobedientes que dicen: “No me van a decir de qué se trata este texto, bajo qué prisma lo tengo que leer, sino que yo voy a descubrir el pacto”, entonces, por ahí puede suceder que lo que se propuso como un género erótico, tal vez no lo era. En mi caso, siento que en mis primeros textos -si bien tenían una fuerza erótica y sensual, también, muy marcada-, probablemente, lo que había era un trabajo del cuerpo, que es una transversal. El cuerpo ha seguido como uno de los tópicos que me interesa narrar, jugar, deformar. En Tukzon, por ejemplo -que coquetea más con la ciencia ficción-, está el cuerpo presente. Esta corporalidad en el género erótico era más obvia. Pero a medida que decidí llevar esa misma obsesión por la carne, desde un punto de vista gótico, apocalíptico, parecía… - Casi desfeminizándolo. Casi. Incluso llevándolo al territorio de una nueva robótica. Parecía que era un cambio de género, pero, en realidad, lo que siento que ha pasado, es una intensidad en el cuerpo. - Como que recién, de repente, ha descubierto el tema principal que le interesa. Sí. Como que recién supe, en realidad, que lo que me interesaba del cuerpo no era solamente la dimensión del placer sino, más bien, la del sufrimiento, la trascendencia, la dimensión política. - Si bien es un tema interesante, si solamente tratara sobre el placer sería un poco aburrido. ¡Claro! Y sería, para ser redundante, autocomplaciente. Un placer que no te permite trascender, que no te permite conocer los lados oscuros, en realidad, termina siendo una literatura de divertimento. - Hedonismo puro. Exactamente. - Decía Edmundo Paz Soldán que él es de los que sabe que usted es uno de los secretos de la literatura boliviana, y que falta poco para que se le descubra más, a nivel latinoamericano. ¿Cómo se siente con estas afirmaciones? Edmundo es un muy buen amigo. Aparte, un gran escritor y un excelente lector. Entonces, quiero creer que este cruce de variables -amistad, lectura y talento- le hace decir esto. También soy una persona que trabaja mucho. Pero trabajo no como un calvario, no atravesando el calvario críptico. Más bien, creo que el trabajo es como la sal en el mar. Me encanta diluirme en el trabajo literario. Y eso da frutos. Es una cosa matemática. Si no diera frutos, hay algo en el universo que no está funcionando. - ¿Pero usted asume, como muchos escritores, que la escritura es un proceso doloroso o no la toma como tal? Depende de qué es dolor. Porque el dolor, también, es un placer. Por ejemplo, me gustaba una declaración que hizo (Roberto) Bolaño en su libro Entre paréntesis: decía que a él le gustaba escribir en el verano sin aire acondicionado y en el invierno sin calefacción. Porque tenía que sentir que la escritura era una cosa material. También creo que la escritura tiene que ser una cosa material. Y, en ese sentido, el sufrimiento no es otra cosa que un estímulo. Es un modo del placer, también, el sufrimiento. Suena masoquista y enfermo, ja, ja… ¿En qué sentido la escritura puede ser algo dolorosa? En el de que tenés que vencer el miedo a crear algo. Porque, en realidad, hay un temor primigenio a crear algo. En el momento que uno crea algo, hay un compromiso vitalísimo, una ligazón irreversible con eso que has creado, con tu criatura, que puede ser genial o monstruosa. Eso, obviamente, es un dolor. Porque dejas de ser un niño, en un sentido existencial. Dejar de ser un niño, duele. Crear es dejar de ser un niño, en algún modo. En ese sentido, sí me gusta la idea del dolor. Hasta las últimas consecuencias en la creación literaria - ¿Cuál es el compromiso principal que usted asume cuando empieza a escribir? El compromiso principal que asumo es el no temer, precisamente. Si yo escribo con miedo nada bueno puede salir. Puede salir algo aceptable, bonito, pero eso no es de mi interés. Mi interés es llegar hasta las últimas consecuencias. Entonces, mi compromiso con la creación es vencer los miedos. Es decir, no puedo escribir desde el temor, no puedo escribir desde ¿a quién le gustará? Siempre escribo como en contra. Digo: “Esto no le va a gustar a nadie y me importa un pepino”. - La literatura boliviana todavía no tiene tanta difusión a nivel latinoamericano y puede ser, también, mucho más exigente para un escritor boliviano salir adelante. Sí. Y como sucede con todas las cosas extremas: son paradójicas. El hecho de que Bolivia no tenga una superdifusión o un gran mercado, o que no sea la esfera cultural más apetecida a nivel internacional, te da unos márgenes de libertad bárbaros. No le va a gustar a nadie, ¿so what? Es lo mismo. Si igual no hay un gran interés por Bolivia, ergo por mi obra, entonces, ¡qué importa los riesgos que tome! Los tomo todos. Esa es la paradoja: que esa misma aparente ignorancia, ese estar de espaldas al mundo te permite, en esa dimensión nihilista, hacer tu obra sin ese intervencionismo que, quizás, estando en circuitos más populares, podés sentir del mercado. Exigencias de las que no siempre somos conscientes. - Claro. Las que podría sentir un escritor argentino… Claro. - …o mexicano. La misma tradición llega a ser lo que te ampara, pero, también, lo que te puede cohibir. En Bolivia tenemos grandes escritores, pero no hemos sabido cómo capitalizar esos grandes escritores y convertirlos en una tradición. Creo que eso, también, es un vacío que hay que solucionar. La soledad y las preguntas importantes - Me llamaban la atención algunas partes, sobre todo, de este cuento (o capítulo de Tukzon. Historias colaterales, como uno desee leerlo) Viaje a Broadway. Por ejemplo, en el segundo párrafo, que menciona: “En las grandes historias, las crónicas de viajes, las estoicas cruzadas en búsqueda de la libertad, uno siempre está solo. Nadie tiene un coyote. Vas, corres, huyes, aúllas”. ¿Siente, realmente, que es así? Sí. Siento que es así. Soy una gran amante de la soledad. Pero la soledad como un camino, también, existencial. La posmodernidad nos ha llenado de miedo a la soledad. No como la primera filosofía, que hacía de la soledad tu modo de ser persona. En el contexto de la soledad es donde te planteabas las preguntas importantes. Como que la posmodernidad nos dijo: “Ay, no, el hombre, el sujeto, el pobre hombre ante lo trágico”. Entonces, pienso que un hombre épico, una mujer épica, abraza su soledad. La abraza como abrazarías a tu criatura. Tu gran realización, sea cual sea -el amor, la carrera, el simple hecho de existir, respirar-, en un ser biológico, tiene que tener una gran dosis de soledad.
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