Se fue Carlos Fuentes

Hace dos días posteamos sobre la lucidez y claridad de Carlos Fuentes, hoy debemos lamentar su partida de la región más transparente, hasta siempre Carlos. Dice la nota:
La muerte de Fuentes por una hemorragia masiva, al parecer debida a una úlcera, sorprendió a México. Exembajador en Francia, exalto funcionario del Gobiernno mexicano, novelista, cuentista, articulista frecuente en español y en inglés —su primera lengua—, dramaturgo, ensayista, guionista de cine, autocatalogado de izquierda, considerado de derecha, el prolífico escritor mexicano acababa de publicar el cronicón La gran novela latinoamericana y su libro de ficción Carolina Grau. A medida que los años avanzaban, las novelas de Fuentes crecían en volumen. En La muerte de Artemio Cruz (1962) reconstruyó, siguiendo fielmente el modelo del novelista estadounidense sureño William Faulkner, la agonía de un personaje clave del mayor acontecimiento mexicano del siglo XX, la Revolución de 1910. En Aura (1962), Fuentes prefirió seguir a los narradores franceses contemporáneos, de la llamada escuela de la nueva novela. Compuso así una de las primeras novelas en español que no están redactadas ni en tercera ni en primera persona, sino en segunda. La novela Terra Nostra (1975), que supera con holgura el medio millar de páginas en apretada tipografía, es otro intento de síntesis ficcional de la historia mexicana. En la época de su redacción, Fuentes era embajador en Francia de Luis Echevarría, presidente aperturista del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que monopolizaba el poder en México. Por aquellos años, la fama de Fuentes, traducido a todas las lenguas europeas, alcanzaba una representatividad también monopólica de las letras mexicanas. Sus libros ganaban más compradores. Es difícil decir si ganaban más lectores. “Sólo si a uno le pagan una beca puede decidirse a leer Terrra Nostra”, escribió el gran periodista mexicano Carlos Monsiváis. Anticipándose al Quinto Centenario de la llegada de los españoles a América, publicó en 1987 su magna novela Cristóbal Nonato (1987). La Ciudad de México, tan lejos por entonces de ser “la región más transparente del aire”, era nuevamente protagonista. Fuentes alternaba su residencia entre México DF y Londres. Visitaba frecuentemente Buenos Aires, ciudad donde había vivido antes de cumplir los 16 años, y cuyos cines de la calle Lavalle añoró en su novela Cambio de piel (1967), una de las más clásicas, por sus experiencias con el lenguaje, el erotismo y el ritmo narrativo, del boom de la novela latinoamericana en la década de 1960. Fuentes visitó Buenos Aires diez días atrás. Quienes lo conocimos recordaremos el acento internacional de su español neutro, el buen corte de sus trajes, que prefería nunca repetir, la elegancia de su segunda esposa Silvia Lemus (que le dio dos hijos que murieron, uno hemofílico, otra comprando drogas), sus citas de autores conocidos, su gusto por las divas del cine argentino de la edad de oro (él se jactó de amoríos con su compatriota María Félix) y su pasión por saber quiénes eran los escritores más famosos del momento. Una carrera a la que sólo faltó el Nobel En más del medio siglo transcurrido desde su primer libro, el volumen de cuentos Los días enmascarados (1954), hasta el último Carolina Grau (2012), las ficciones de Fuentes fueron de las exportaciones mexicanas mejor recibidas. Novelista del boom latinoamericano, ganó el Premio Cervantes (1987) y el Premio Príncipe de Asturias (1994).
Más información en:
Excelsior de México
Perfil en Milenio

Comentarios

Entradas populares